martes, 4 de octubre de 2011

"Que si apagas la luna me pierdo, me caigo." Te dije.



No quedaban palabras, las habían gastado todas. Se atranca el tiempo, y los sentimientos se ahogan en un mar de lagrimas que luchan por salir. Miradas perdidas, corazones protegidos, pupilas inundadas y  manos que no se tocan por miedo a caer. Llora, no recuerda la razón por la que lo hace, quizás simplemente porque las lagrimas vencieron la batalla, quizás haya algo más, pero hace ya mucho tiempo que creyó haber olvidado la razón de ese llanto. Y ella permanece de pie, como siempre, con la mirada fija en la vida, esperando algo que probablemente hace mucho tiempo debió dejar de buscar. No fue suficiente, nunca nada había sido suficiente entre ellos. Perdidos en la nada, cayendo al vacio al que ellos mismos se lanzaron de la mano. Y ahora todo está roto, amor roto por toda la habitación, esparcido por el suelo, estampado en la pared. No se rompe, nunca lo hace, huye por un tiempo, pero vuelve a respirar, como si no hubiera pasado nada, sin heridas, sin cicatrices, sin rencor.  Vuelve a mirarle, sus ojos lloran, pero no hay nada más detrás, sus lágrimas no pesan, ni siquiera duelen, o eso parece al resto del mundo. Se cansó de la oscuridad, de creer en algo que no podía ver, de los ojos que no miran fijamente, y de la luna que cada noche se escondía por temor a perder. Sabía que en el vacío, detrás del túnel que parecía ser su mirada había un mundo, sabía cómo detrás de esas lagrimas que parecían ser ligeras como una pluma que acaricia había dolor… pero acabó perdida, por querer como si todo fueran noches oscuras, sin ni siquiera un pequeño reflejo de luz, se perdió mientras buscaba a tientas por la noches las promesas que le hizo. Cayendo al precipicio, libre de condena por no saber amar bien, -quizás-, sacando de ella las fuerzas que empleó para hacerle llorar, olvidando mundos que se resumieron a cientos de papeles desgarrados que volaron al fin. El mundo no se derrumbó, no lo hará por ellos- piensa-, el amor los perseguirá, y si el huía a ella también le tocaría correr, la última mirada no iba a ser suficiente, nunca lo fue, y hoy no iba a ser menos. Caerían, aunque el mundo no lo hiciera ellos caerían tarde o temprano, en su propio precipicio, para siempre, con amor o sin él.

-Tú guardas en el alma, bajo llave, lo que sientes.

-Tú rompes con palabras que desgarran como dientes.



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